Al subir
a un autobús, mientras uno está pagando al conductor, es habitual escuchar con claridad
la conversación de dos señoras o señoritas sentadas juntas en el fondo del vehículo.
Málaga es
una de las ciudades más ruidosas del mundo, y tal vez por eso, las mujeres gritan
desaforadamente. No crean que esto sea habitual ni siquiera frecuente en otras ciudades;
las malagueñas gritan como si pidieran auxilio. Aparte de molesta y maleducada,
es una costumbre que puede estar causándoles daños irreparables en la garganta;
con el paso del tiempo los gritos deben de originarles callos como castañas en las
cuerdas vocales, y así, todas las malagueñas de mediana edad hablan con voces masculinas.
Lo que resalta más, porque hay en Málaga demasiados hombres con voces aflautadas,
por no querer vocalizar.
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