Hace muchos siglos que Málaga es tierra de visitantes y, pese a las cuentas “políticas”, ahora lo es menos que en toda su historia. No es lo mismo “turista” que “visitante”; ahora llegan muchos turistas DE PASO, que la mayoría sólo se quedan unas horas; pero cuando se construyó el Hotel Miramar (uno de los más lujosos hoteles de España) lo hicieron para cubrir una necesidad; que fue ampliamente satisfecha hasta que la junta sevillana lo cerró en 1989 (mientras remozaba hoteles parecidos en su Sevilla de su alma y en Algeciras).
Pero existen abundantes pruebas periodísticas de visitantes ilustres, como Gary Cooper, los duques de Windsor o Greta Garbo, que se deshacían en elogios a Málaga en sus ruedas de prensa en la escalinata del Miramar. Esos visitantes tan relevantes recorrían la ciudad entusiasmados, muchísimo antes de que Sanz Cagigas inventara el eslogan para promocionar los pueblos de la costa.
Visitante es el que se queda unos días, camina por las calles, pasea en coche de caballos, compra en los comercios y recorre la ciudad y sus monumentos sin tener que elegir SÓLO UNO O DOS como hacen los cruceristas.
Son numerosos los escasos visitantes de ahora que se quejan de varias “características” locales. En particular, el trato de los dependientes y camareros. Aunque para nosotros pudiera parecer normal, es terriblemente desagradable y muy maleducado que un camarero o un dependiente le diga a uno al llegar, sin saludarlo: “¿qué te pongo?
Eludir el verbo “servir” revela enormes complejos personales, porque todos servimos, del Rey para abajo, pasando por los políticos y eclesiásticos. Sustituir “¿qué le sirvo?” por ¿qué te pongo”, además del atrevimiento de tutear a desconocidos, representa una fórmula que mueve al desagrado de los forasteros, muchos de los cuales no la entienden. Dar media vuelta y marcharse ante un insolente “¿Qué te pongo“, es muy común.
La crisis de la que aún no hemos salido ha emborronado muchas cosas. La principal en Málaga, es el trato de estos trabajadores, porque la gran mayoría de ellos no son profesionales; se trata en demasiados casos de familiares que sirven la barra o el mostrador “provisionalmente”. Lo grave es que los dueños de esos negocios no comprendan que ese trato reduce extraordinariamente sus ganancias. El trato gentil en tiendas y bares atrae clientelas fijas, fieles. El trato desdeñoso, antipático y mal educado, espanta a la clientela.
Cada vez que tenemos oportunidad, sugerimos a servicios sociales, peñas, obras parroquiales y semejantes que organicen cursos breves de GENTILEZA para ayudar a los comerciantes de cada barrio a multiplicar sus beneficios. No hace falta material pedagógico ni costos y los cursos tendrían que durar sólo una semana o pocos días. Ojalá nos hagan caso, porque se podría duplicar la actividad mercantil de Málaga… SÓLO CON EMPLEAR LA GENTILEZA A TODAS HORAS Y CON TODOS.
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