Tenemos
en Málaga un parque del que no se habla. Es una finca de recreo del siglo XVII,
propiedad de un hijo de Felipe IV que fue obispo de Málaga, Alonso Santo Tomás.
No podemos visitarlo y las autoridades lo “esconden”, a pesar de que es uno de
los jardines clásicos más importantes de España.
Del
obispo-príncipe pasó a otros propietarios nobles, que enriquecieron el jardín,
hasta hacerlo comparable con la Granja de San Ildefonso. Pero ahí, está, escondido,
como avergonzándose de ser tan bello y espectacular, escamoteado por las autoridades. No extraña
este escamoteo, puesto que el ayuntamiento denomina al parque Virreina
“periurbano”, no pudiendo ser más urbano puesto que linda con cuatro barrios:
La Palma, La Palmilla, Virreina y Concepción. Prono; “periurbano” es una
artimaña para no ocuparse de él, a pesar de que bien acondicionado podría
render enormes beneficios al ayuntamiento y, por supuesto, a la ciudad.
Como una especie de Versalles, pero más antiguo, el parque del Retiro malagueño posee fuentes, cascadas, esculturas, canales navegables e infinidad de maravillas, que a ver quién y cómo las conservan.
Hay mucho que reivindicar en Málaga,
pero el parque del Retiro es una de las más significativas.
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