Lorca llamó a Málaga “ciudad desnuda”. Cernuda vivió aquí varios de los años más felices de su juventud. Vicente Aleixandre, se recreó la mayor parte de su juventud en la “ciudad del paraíso… ciudad no en la tierra”. Si la Generación del 27 se originó aquí, a partir de la Revista Litoral, no fue por casualidad. Aquellos años, Málaga era claramente la ciudad más desprejuiciada, libre, tolerante, desparpajada y sabrosa de la mitad sur de España, y por lo tanto, la ciudad más atractiva para mentes libres y sedientas de comprensión. Lorca aseguraba que lo era no sólo de la mitad sur de España, sino del mundo.
Una mirada somera de la pública personalidad malagueña actual arroja una visión descorazonadora. No se puede ser más mojigatos, intolerantes, acomplejadamente machistas ni libertífobos. En Málaga no hay servicios ni espectáculos habituales en ciudades de su dimensión y hasta en otras mucho menores. No se conocen espectáculos de “striptease” ni de “gogos” de ningún género; ni saunas sin disfraz, ni discotecas modernas ni zonas “rosas” o “rojas”. No hay nada de nada. La que debería ser por sus 600.000 habitantes una capital atrayente, centrípeta, es todo lo contrario; Málaga es completamente centrífuga y en absoluto nuclear.
Málaga
ha renunciado tanto a favor del producto turístico playero inventado por el
antiguo director de Sur, Sanz Cagigas, que se ha quedado sin nada. Ninguna
ciudad grande puede ser tan complaciente con los pueblos vecinos, a riesgo de
morir. Málaga se está muriendo… de aburrimiento. En vez de receptora de
visitantes en busca de diversión, es COMPLETAMENTE EMISORA; la industria de
diversión de Torremolinos, La Carihuela, Puerto Marina y Fuengirola depende en
porcentajes altísimos de los malagueños capitalinos. Hasta la “poderosa”
Marbella llena la capital de anuncios de sus corridas y de sus festivales de
canción. Según uno de los miembros de este club, hasta Rincón de la Victoria es
un polo de atracción de jóvenes noctámbulos de todo el Este de Málaga.
No
se puede ser más insensato. Todo el dinero que gastamos los capitalinos en
divertirnos o comer en otros municipios, se queda en esos municipios en forma
de impuestos, con lo que los enriquecemos más de la cuenta. Málaga, por lo
tanto, se ve obligada a servicios que sus propios habitantes se niegan a
costear, con lo que la trimilenaria capital malagueña se empobrece más de la
cuenta. ¿Hasta cuándo, quién lo maravillará?. Hace unos veinte años, el jefe de prensa de Tívoli afirmó que si ese parque de diversiones estuviera en la capital, NO CERRARÍA EN INVIERNO. Si hay que construir un zoo, a Fuengirola, si un hipódromo, a Mijas, si un acuario, A Puerto Marina… Servicios que se agrupan, lógicamente, en las capitales “normales” de todo el mundo, no atípicas ni autodestructivas como Málaga.
Ni siquiera el esperanzador Muelle Uno está dispuesto a llenar el hueco. No hay ni un solo discobar ni, mucho menos, discoteca, para lo que sería idóneo. Además, los tres o cuatro restaurantes del último tramo, son escandolasamente esnobs y caros, orientados sólo a los turistas. Da la impresión de que no cuentan con los malagueños capitalinoss… PORQUE SABEN QUE NO IRÁN. Ahora, esperan el Pompidou como agua de mayo, aguardando un milagro que no le echan imaginación para producir sin más dilación. No les vendría mal un puticlub, un bar gay, una sala de stripetease, un club de intercambio de parejas… etc.
Resulta increíble que los malagueños capitalinos tengan que desplazarse a los pueblos en busca de esas diversiones que aquí no tienen. Hay quien dice que el Ayuntamiento de Málaga tiene el compromiso de no favorecer un turismo competidor de esos pueblos. Si esto fuera verdad, el Ayuntamiento de Málaga estaría cometiendo FELONÍA, por los muchos millares de puestos de trabajo indefinidos que podrían crearse para los parados capitalinos… y no se cran.
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