Tal
vez nada retrate mejor la Málaga tradicional que los búsanos y los Martiricos. Pero
los Martiricos (mártires niños) llevan más de un siglo agraviados sin parar en
Málaga y hasta hay jóvenes que no conocen ni aprecian los búsanos ni, por
supuesto, sabe la importancia tremenda que tuvieron en el nacimiento fenicio de
Málaga..
Conviene
tener en cuenta que los Martiricos son mucho más que un asunto religioso. Junto
con los búsanos, representan las más antiguas señas de identidad malagueña y
vienen a ser los lares verdaderos de la ciudad, sin tener demasiado en cuenta
su condición de santos de la Iglesia Católica, sino su valor de símbolo.
Curiosamente, su fiesta se señala en las proximidades del solsticio de verano,
que es cuando en las civilizaciones del mediterráneo tratan de eliminar los
malos espíritus encendiendo hogueras. No se sabe desde cuándo, en Málaga se
llaman “júas”, y qué casualidad, los dos elementos que mejor caracterizan a los
júas también caracterizan a los Martiricos: El Agua y el Fuego.
Todos sabemos que la mayor parte de las grandes fiestas de la Iglesia Católica son continuación de importantes fiestas paganas, casi todas de origen celta, como Halloween o Navidad. ¿Por qué no suponer que pudieron idear un par de carismáticos jóvenes para suplantar el rito clásico de los júas?
La fecha del martirio es muy temprana, 303. Demasiado como para que se conservasen con tanto lujo de detalles sus peripecias, en un himno que los Reyes Católicos se encontraron con que lo cantaban los pocos cristianos malagueños en 1487, y todavía se cantaba hace poco más de un siglo.
Lamentablemente,
la clase más tridentina y reaccionaria de Málaga los despreció sonoramente al
cumplirse el cuarto centenario de la venida de los Reyes Católicos (que fue
cuando se fundaron los festejos de agosto), a causa del exabrupto de un
granadino llamado Guillén Robles, que aseguró que los Martiricos habían muerto
en Cartago ¡cuando habían pasado 500 años desde la última guerra púnica que
hizo desaparecer Cartago!
Los
Reyes Católicos ordenaron que celebrásemos la Fiesta Mayor de Málaga el 18 de
junio, supuesta fecha del martirio de estos adolescentes. Pero cinco siglos de
celebración fundada por los Reyes Católicos no optaron para que Pedro Aparicio
decretase la abolición de la fiesta. Hace un año, el ayuntamiento recuperó la
fiesta, lo que todos celebramos con fervor pero ahora la ha vuelto a suspender
a cambio de favorecer a los emborrachadores de jóvenes con una fiesta que nadie
conoce en Málaga ni le importa, porque muchos cultos opinan que no se debe celebrar
que ese día fueron vendidos todos los malagueños (11.000) como esclavos en
Nápoles. Quien sea curioso y se le ocurra hurgar en los archivos de Díaz de Escovar, se enteraría de la la fiesta malagueña del 18 de junio fue durante tres siglos la mayor feria de España, precisamente, durante el Impero. Por eso, se difundieron tanto las malagueñas en América y también en España. Estos casi niños concitaban tanto fervor, que hace unos tres siglos hubo una suscripción popular con la que se labraron dos imágenes de p’lata, parece que de tamaño natural. Entre los muchos estropicios perpetrados por Napoleón en Málaga desde el 5 de febrero de 1810, nos robó estas imágenes, de las que nunca más se supo.
Quedarse sin símbolos
es una de las peores cosas que le pueden pasar a una ciudad.
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