Siempre hubo un “habla malagueño” diferenciado de las provincias vecinas y del invento alfonsoguerrista-sevillanista. Son numerosos los libros que lo documentan, algunos de hace pocos años. Pero los lectores se asombrarían de lo mucho que puede cambiar el habla de un lugar en tan sólo cuarenta años.
El
habla es un medio de comunicación vivo que cambia, aunque resulta
desconcertante la velocidad meteórica con que ha cambiado en Málaga durante la
última generación, la abundancia de neologismos y la asimilación de absurdos errores
como decir “patatas” por papas. Hace cuarenta años, las eses líquidas y las
jotas se sustituían en Málaga por haches suavemente aspiradas. Pero ya no. Por “las
casas de mis hijos” ya nadie dice aquí “lah casah de mis hihoh”, sino “la caza
de mi io”, frase que no puede entender nadie que no sea de aquí. Hace cuarenta
años, se vocalizaba razonablemente proyectando la voz; ahora no, de manera que
la mayoría de los hombres suenan aflautados. Dicen que no vocalizan por no
parecer maricones, pero el resultado es que esas voces aflautadas es en lo
primero que hacen pensar a los de fuera. Hace más de cuarenta años, había un
par de compañías de teatro que influían poderosamente en la cultura local, el
Grupo ARA de Ángeles Rubio Argüelles y el Grupo Educación y Descanso, de
Guillermina Soto, que presentaban funciones frecuentes en locales públicos,
como el Alcázar o el teatro de la iglesia de la Merced. De tales formaciones
salieron infinidad de artistas, como Fiorella Faltoyano, Antonio Banderas, Raúl
Sender, Lucio Romero, María Barranco y muchos otros; pero a estos grupos se les
entendían las funciones plenamente… en cambio, los grupos actuales, empeñados
en reproducir un habla impropio y sin vocalización, resultan ININTILEGIBLES, no
se sabe por orden de quién.
Málaga se mueve
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