DIARIO SUR
La población está estos días alarmada por el brote de gripe porcina que, tras declararse en México, se ha extendido ya por varios países. Las epidemias han sido una constante a lo largo de la historia. Málaga no se ha librado de ellas. Al contrario, las ha sufrido en toda su crudeza. La peste, el cólera, la fiebre amarilla o el tifus diezmaron a los malagueños y dejaron un balance de decenas de miles de muertos. Aunque las infecciones no hacen distingos a la hora de propagarse, las clases más desfavorecidas son las más afectadas por esas enfermedades.
La llamada gripe española de 1918-19 fue la peor pandemia, incluso resultó más virulenta que la peste negra de 1349. El brote, que surgió en Kansas (Estados Unidos), se extendió rápidamente por todo el mundo con un balance de al menos 50 millones de fallecidos. A España llegó en la primavera de 1918, con un reguero de muertos (entre 150.000 y 300.000, según las fuentes) y ocho millones de infectados. La epidemia se reconoció en Málaga en la primera semana de junio. Luego volvió a haber un segundo brote en octubre, que se mantuvo hasta la primavera de 1919. El primero fue más grave y hubo 3.000 personas afectadas.
Falta de higiene
El virus se cebó especialmente en el proletariado y en los más desfavorecidos. La mala alimentación y la falta de higiene propiciaron que la infección originara más estragos. La atención de los enfermos se centralizó en el Hospital Civil. Los médicos se esforzaron por frenar el contagio, pero no pudieron evitar que la epidemia acabase con la vida de 1.500 malagueños. Las autoridades del momento tardaron en reaccionar ante el segundo brote. Sólo ante el aumento de infectados se habilitó un presupuesto para hacer frente a la gripe, se imprimió un folleto con información para prevenir los contagios, se creó una policía sanitaria y hubo un catastro de afectados.
El término gripe española se acuñó no porque la enfermedad surgiese en nuestro país, sino porque fue la nación que publicó más informaciones en la prensa sobre la epidemia. España, al ser un país neutral en la Primera Guerra Mundial, no censuró las noticias que sobre la gripe aparecieron. Las naciones involucradas en la contienda bélica sí lo hicieron para que no cundiese aún más el desánimo entre sus habitantes, ya de por sí alarmados por el número de víctimas que el conflicto provocaba. Precisamente, el movimiento continuo de tropas de un lugar a otro favoreció la transmisión del virus gripal.
Dos décadas más tarde, Málaga padeció otra importante epidemia que sembró el pánico y llenó los cementerios. En esta ocasión, el causante fue el tifus. Aunque los primeros casos se produjeron en junio 1939, la declaración oficial de la enfermedad se hizo en abril de 1941. Los contagios se mantuvieron hasta 1943, pero la mortalidad fue decreciendo con el paso de los meses. La mayoría de los fallecimientos se registraron de abril a julio de 1941. En 1941 se contabilizaron 437 defunciones, 47 en 1942 y seis en 1943.
Hay que tener presente que esos años fueron muy difíciles para los ciudadanos. El hambre y la falta de alimentos eran la tónica predominante. A ello se unían la escasez de viviendas -lo que favorecía el hacinamiento en corralones e incluso en cuevas- y la falta de medidas higiénicas. Esos factores permitían que el tifus se propagase con celeridad. Por sexos, atacó más a los hombres que a las mujeres. La población más afectada fue la que tenía de 30 a 59 años. Las clases pobres sufrieron más la infección, consecuencia directa de su desnutrición y de tener las defensas inmunológicas muy bajas.
Hospital de infecciosos
Para contrarrestar la epidemia, el Ayuntamiento habilitó un hospital de infecciosos, abrió una estación de desinsectación y limpieza (se daba rompa limpia), desinfectó el transporte público y suspendió la feria de agosto para tratar de disminuir los contagios.
Por su parte, en 1951 hubo un brote de fiebres tifoideas. La causa fue la rotura de una cañería y la consiguiente contaminación del agua de consumo público, indica el profesor titular de Historia de la Medicina de la Universidad de Málaga Jesús Castellanos. La cifra de muertos fue pequeña, pero provocó una fuerte alarma en la ciudad.
La epidemia que sí dejó un elevado número de víctimas mortales fue la de fiebre amarilla de 1803-04, que devastó muchos países. Málaga perdió en 1803, por culpa de esa enfermedad contagiosa, 6.884 habitantes. La situación se agravó al año siguiente, cuando murieron 11.464 vecinos de la capital. Las personas más dañadas fueron las de entre 21 y 40 años.
Durante el siglo XIX la ciudad sufrió, asimismo, cuatro epidemias de cólera, otro padecimiento contagioso que segó la vida de los malagueños y que se transmitió con facilidad debido a la poca higiene y a la escasez de recursos sanitarios.
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