martes, 16 de agosto de 2011

HISTORIA DE LA CATEDRAL DE MÁLAGA


La Iglesia Catedral de la Encarnación de Málaga se comienza a construir en el año 1528 sobre la antigua Mezquita Mayor existente en la ciudad islámica en el momento de su reconquista por los Reyes Católicos, allá por el año 1487. Sus comienzos son inciertos, así como las noticias sobre el o los autores de sus trazas.

Parece ser que el afamado arquitecto Enrique Egas, venido desde Toledo en compañía del maestro cantero Pedro López ya emite un primer informe en el mismo año 1528 sobre sus trazas, siendo el mismo Pedro López, el encargado de dirigir las obras de la cabecera, diseñada según algunos autores por otro de los grandes maestros de la época, Diego de Siloé.

Después de un período de inactividad el Cabildo hace venir en 1549 a Andrés de Vandelvira, pasando el encargo al año siguiente a manos de Hernán Ruiz II, grandes exponentes ambos de la arquitectura renacentista en Andalucía; y luego a Diego de Vergara, maestro formado en Italia, y a su hijo de igual nombre; quienes trabajan en esta catedral hasta casi el final del siglo XVI. Así, por estas fechas ya estaban en pie la cabecera y la Sacristía, y puede decirse que hasta entonces habían intervenido en el magno proyecto en mayor o menor grado todos los grandes maestros del Renacimiento andaluz.

Este enorme templo durante toda su edificación se vio envuelto en constantes vicisitudes e interrupciones hasta bien entrado el siglo XVIII cuando, en 1782 y con una de las torres de la fachada principal aún sin acabar, se pone fin a un largo proceso constructivo. Se cree que el dinero destinado a la finalización de la torre sur se utilizó para ayudar a los Estados Unidosdurante su independencia1 , como se indica en una placa en la base de la torre. El caso es que esta condición de inacabada le da a la Catedral el sobrenombre de La Manquita. Actualmente es motivo de polémica, ya que hay personas que opinan que hay que terminarla tal y como se proyectaba en los planos originales, mientras que hay otra opinión desquiciada que consiste en dejarla tal y como está.

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