Acabo
de enterarme de que tenemos en Málaga un “parque arqueológico prehistórico”. Lo
he sabido navegando por internet, y me he llevado una alegría imponente. Pero…
Como
Antonio Machado, “he andado muchos caminos”, y en pocos sitios he visto una
población más apocada y autodestructiva que la malagueña.
Empezando
por el mito de un “desarrollo industrial” del siglo XIX y acabando por la
sílaba “tech” añadida a unas cuantas “iniciativas” que nunca se concretan en realidades
prácticas, me parece que no hay en el mundo una población más autoestafada que
la malagueña. Auto engaño que produce una distorsión capaz de engendrar
monstruos.
LA
CATEDRAL NO DEBE TERMINARSE, PORQUE SIEMPRE LA HE VISTO ASÍ. Este fue el “razonamiento”
de unas señoras del Paseo de Sancha, que se oponían a la continuación de la
obra de la catedral. Una catedral de difícil clasificación, pero que sería
espectacular terminada, con su altura tan infrecuente, sus seis torres, sus
cúpulas, sus estatuas, sus hornacinas ocupadas y su espadaña barroca. La
catedral a medio construir (que ya se cae a cachos) es una metáfora indigesta
del proceder autodestructivo de este pueblo que se ha ganado a pulso el
prejuicio “malagueño es el peine pa que no peine”. Para mayor intríngulis, una
caterva de “intelectuales” se empeña en desmentir el muy probable asunto de la
obra interrumpida por la guerra contra los ingleses en Florida. Yerran quienes
busquen en los archivos del cabildo una partida denominada algo así como
“donativo para independencia de los Estados Unidos”; se empecinan en ignorar la
influencia poderosísima de Ana de Zayas (ex virreina de México y madrastra de
Bernardo de Gálvez) en la iglesia malagueña de 1770.
EMBOVEDADO
DEL GUADALMEDINA.
Más
de 150 años de experiencia en grandes ciudades ribereñas del Mediterráneo no le
bastan a Málaga para ver con claridad que necesita una integradora gran
avenida/paseo en el lugar que hoy ocupa el funesto y horroroso torrente del
Guadalmedina. Todavía discutimos sobre si embovedarlo sí o no, cuando ya en
1968 Ángel Herrera Oria clamaba “¡Tapad el Guadalmedina! Como estudiamos muy
poco nuestra propia historia, apenas recordamos que hace más de 300 años que la
ciudad suplica librarse de esa lacra en la mitad del medio del meollo urbano. Lo
último, un concurso manipulado por la fuerza que lleva 32 años bloqueando,
combatiendo y entorpeciendo el progreso de Málaga; el concurso estaba convocado
por una institución supuestamente neutral, de la que forman parte varias
instituciones, pero que es mangoneada a machamartillo por quienes han
demostrado de sobra no querernos ni en pintura. Aunque a muchos no nos
sorprendió, el resultado del concurso expresó muy claramente lo que ocurría.
Fue premiado un arquitecto “empleado oficioso” del poder convocante (autor de
varios desaguisados en Málaga), quien presentó un proyecto que obedecía las
imposiciones políticas de ese poder, igual que hacían TODOS LOS PROYECTOS
FINALISTAS. Lo que de ninguna manera era una desagradable casualidad; la
imposición de normas no incluidas en las bases, el engaño sobre la supuesta
“idoneidad” de una obra con muchos más inconvenientes que ventajas y el premio
otorgado de antemano, la población malagueña se los tragó según parece. Lo que
no elimina que la ciudad tendrá que conseguir su gran avenida/paseo central
algún día.
VIDA
CULTURAL
Los
que ya le vemos el culo a la parca, recordamos cuánto nos costó que hubiera
universidad en Málaga, sobre todo por la oposición ACTIVA de Sevilla y Granada.
Hoy todo el mundo tiene universidad, hasta pueblecitos insignificantes, pero
hace cuarenta años Sevilla consideraba que la quinta ciudad más poblada de
España no debía tenerla, porque a ella le quitaría una parte de su negocio. Costó
el ciento y la madre que se fundara en 1972 la Universidad de Málaga. A partir
de ese día, nos las prometíamos muy felices; encontraríamos muy pronto el
camino para borrar lo de “las mil tabernas”… Pero menos de una década más
tarde, la universidad de Málaga cayó bajo la férula de los que habían sido sus
mayores enemigos. Desde entonces, no han parado de minimizarla mediante
presupuestos injustos y marginadores, y nombramientos inconvenientes. Quintacolumnistas.
Igual que en la alcaldía, el poder dominante no quiere malagueños en el
rectorado; se nos hace tragar una directora procedente de un recóndito rincón de
Castilla a quien nada le duele Málaga ni los malagueños. Se nos engaña con otro
etéreo proyecto “tech” sin resultados prácticos y no mueven EN ABSOLUTO ninguno
de los resortes indispensables.
UNO
es el conocimiento de nosotros mismos. Hay ya más de generación y media de
jóvenes que apenas saben quiénes somos ni cómo no las valemos. Un expresivo ejemplo:
hace varias semanas, y bajo la noticia
de la inauguración del Hotel Plaza del Castillo, un joven escribió el
comentario siguiente: “venga inaugurar hoteles, en vez luchar contra el paro
”(¡)
OTRO
es el enojoso asunto de la arqueología. Dentro del municipio y aun dentro de la
ciudad contamos con importantes puntos que merecen investigarlos a fondo. El
Cerro de la Tortuga puede depararnos enormes sorpresas. El Cerro del Villar,
hace años que mantiene oculta bajo plásticos y sembrados la mayor y mejor
conservada ciudad fenicia de España y probablemente de Europa. La ladera oeste
de la Alcazaba presenta todavía demasiados enigmas arqueológicos, como la zona
de factorías de salazones y garum, comprendida entre el teatro romano y calle
Beatas. Y la muralla fenicio/romana, de la que se exhibe un interesante paño en
el propio rectorado, continúa enterrada a través del banco de España y el
ayuntamiento, más las dos calles intermedias, sin que caten siquiera los
suelos.
Pero,
al parecer, lo más interesante desde la perspectiva antropológica son los
acantilados y cavernas de la Araña y alrededores. Así se desprende de las fotos
y textos de una página web que he encontrado esta mañana por casualidad. Con un
encabezado que alude un inmaterial “Parque arqueológico de Málaga”, da la
tristísima impresión de que a las personas que realizan las prospecciones no se
les dota ni mínimamente. La página es la siguiente:
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