A lo largo del tiempo se descubrieron datos importantes y curiosos: una extensa zona de playa en Smith’s Cove era artificial. No sólo eso, tenía un sistema de desagües que abastecían túneles, conectados directamente con los niveles más bajos del dichoso pozo. Y a pesar de la tecnología moderna, se llegó a la conclusión de que parece imposible cortar el flujo del agua, porque además del agua de mar existen otras corrientes subterráneas muy potentes (se ha especulado con un pantano del centro de la isla, entre otras cosas) En la ya citada zona de playa artificial de Smith’s Cove se han encontrado restos de inmensos troncos con lo que parecen inscripciones en números romanos, y se ha especulado con la posibilidad de que formaran parte de un dique para la construcción y excavación de todo ese sistema de canales, túneles y desagües. Algunas expediciones trataron a su vez de construir algún dique para bloquear el túnel de agua principal, pero todos fueron destruidos por la fuerte corriente atlántica. Es decir se añadía un nuevo misterio: cómo lo consiguieron los constructores del dique primitivo. ¿Sencillamente porque el nivel del mar sería muy inferior?. En ese caso se tendría que hablar de mucho tiempo antes… Las expediciones se han seguido sucediendo hasta ahora, sin lograr nada, excepto el encuentro con más detalles que aumentaban el misterio del dichoso pozo, como por ejemplo, lo obtenido en 1849 por una excavadora que subió a la superficie eslabones de una cadena de oro y un fragmento de pergamino, que dio lugar a nuevas y especulativas teorías queriendo vincular al lugar a uno de los personajes que siempre se quieren relacionar con todo tipo de misterios: Francis Bacon.
En 1897
volvieron a encontrarse restos de pergamino con borrosas iniciales o letras.
En 1967-69
se encontró madera del siglo XVI y un pedazo de latón muy antiguo.
En 1972
una cámara submarina captó lo que podrían ser un par de cofres en medio de todo
un laberinto de túneles, lo que parecía un cadáver y hasta una mano cortada.
Pero la visión no fue nada clara por lo turbio del agua debido a la gran
cantidad de sedimentos y todo quedó en meras posibilidades.
Pero
volviendo al siglo XIX nos encontramos con un personaje más o menos enigmático.
Se trataba del capataz James Pitblado, que en 1849 robó algo que salió
enganchado en la perforadora ante un testigo, que le pidió inútilmente que lo
devolviera, o al menos lo enseñara. El capataz se negó, abandonó la isla, poco
después trató de comprarla sin éxito y murió en un accidente laboral, al margen
del pozo, y sin hablar de su descubrimiento.
Hablando
de muertos surgió una leyenda que afirmaba que el misterio se resolvería cuando
murieran 7 personas. En 1861 la explosión de una caldera mató a un hombre. En
1897 murieron otras dos personas. Y en 1965 las cuatro últimas en un mismo día.
Y no es la única leyenda. Se empezó a hablar de apariciones extrañas de seres y
animales, o fantasmas de soldados ingleses del siglo XVIII.
Un grupo
de exploración (traducido: La Compañía de exploración de la Isla del Roble) ha
comenzado a tratar los problemas de ingeniería globales de la excavación,
llegando por ahora a la conclusión de que es imposible controlar las
inundaciones subterráneas del pozo, que comunican directamente con el océano
Atlántico, además de no entender las estructuras subterráneas de la isla.
En fin,
las teorías siguen pululando locamente en torno al misterioso pozo. Por
supuesto no faltan las de siempre ¿estaría allí enterrado el tesoro templario
desaparecido tras la eliminación de la orden?…
Sea como
sea las intenciones de los constructores son contradictorias. Por un lado
convertir lo enterrado allí en inalcanzable y por otro señalar su ubicación…
Como si lo importante fuera el efecto creado en la gente. No sólo despertar su
codicia sino espolear la necesidad de misterios, que es igual o mayor en todos
los seres humanos. Incluso tiene algo que me recuerda al pretexto típico
utilizado por Hitchcock en sus películas. Es decir presentar al principio un
detalle que, aparentemente, fuera el desencadenante de la historia, para
enseguida abandonarlo para ser sustituido por otro motivo y otra trama. O, como
en el poema de Itaca del poeta Kavafis, lanzar un señuelo que sirva de motor
para ponerse en marcha, pero desvelar con el paso del tiempo que lo importante
no es alcanzar ese objetivo sino el viaje en sí mismo. Es más, llegar a
descubrir que lo deseable es que ese objetivo no se alcance nunca, para así
prolongar el viaje hasta la muerte.
Y rozar
así el sentido del sinsentido. Yo al menos me quedo con eso. Con tantas y
tantas cosas que en la vida apuntan, una y otra vez, en esa misma dirección.
Con lo cual espero que nunca se llegue al fondo del pozo. Pero si alguien tiene
ganas de aventuras, ahí sigue la isla del Roble en la costa atlántica de Canadá,
esperándole con todo el tiempo del mundo. Le deseo suerte y felices y
enriquecedoras experiencias.
1795:
Daniel McGinnis encuentra el pozo del dinero. McGinnis, John Smith, y Anthony
Vaughan cavan 30 pies de profundidad en la tierra temporalmente.
1803: La
Onslow Company junto con los 3 buscadores originales comienzan la excavación.
Consiguen cavar 90 pies, pero esta excavación se inundó debido a conductos y
túneles que comunicaban con el océano.
1804: La
excavación paralela que realizó la Onslow Company a 110 pies, también fue
inundada al querer acceder al túnel principal donde se encontraba el tesoro.
1849: La
Truro Company comienza a cavar. Perforan mediante 2 barriles llenos de “loose
metal”. Además recuperaron 3 conexiones hacia el túnel principal hacia el
tesoro.
1850:
Canal subterráneo y playa artifical donde encontraron en la cala de Smith.
1861: La
Isla del Roble se cobra la primera vida humana. Una caldera que estalló mató a
un hombre.
1861: El
fondo se hundió debido al conectar con tres túneles que se cruzaban entre sí a
una profundidad de 100 pies.
1893: Fred
Blair y la Oak Island Treasure Company comienzan sus investigaciones.
Investigaron el túnel del derrumbamiento.
1897: La
formación de rocas en triángulo fue descubierta.
1897: El
cemento y el pergamino encontrados fueron descubiertos durante la perforación.
1897: La
isla se cobró la segunda vida cuando Maynard Kaiser bajó por el túnel.
1899: El
segundo túnel inundado, el túnel del sur de la orilla, fue descubierto.
1936: Fue
encontrada la segunda piedra con inscripciones y se descubrieron más evidencias
sobre el tesoro.
1965: En
un día la Isla del Roble volvió a cobrarse la vida de cuatro hombres: Bob y
Bobbie Restall, Karl Grasser, y Cyril Hiltz.
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