viernes, 3 de febrero de 2012
La verdadera historia de La Concepción
No fue un regalo de Manuel Agustín Heredia a su hija Amalia, ni las plantas llegaron en sus barcos. La mayoría de los árboles centenarios del jardín botánico los trajeron los Loring de las mejores fincas de Europa
SUR.
Era una bonita historia. Casi una leyenda. ¿A quién no le gustaría que su padre le obsequiase para su boda con la finca de La Concepción? Durante muchos años se pensó que el industrial Manuel Agustín Heredia, el padre de los Altos Hornos de Marbella y el impulsor de la siderurgia en Málaga, había regalado a su hija Amalia este jardín al desposarse con Jorge Loring. Málaga nunca fue una gran ciudad de nobles, así que la alta burguesía del siglo XIX tenía que generar bonitas historias que contar de la ciudad. Pero el pasado documentado no falla. Los datos de un siglo tan cercano, donde la escritura ya tenía un papel relevante en cualquier transacción importante acabaron sacando a la luz que este hecho, encantador y decoroso para muchos, era sólo un bonito cuento. Esta finca no fue un regalo, ya que fue adquirida años más tarde de que muriese el industrial malagueño, según se desgrana en el ejemplar 'La Concepción. Testigo del tiempo'.
La décima
«Se decía que La Concepción fue el regalo que Manuel Agustín Heredia hizo a su hija Amalia (la décima de sus doce vástagos tenidos con Isabel Livermore Salas, hija del curtidor de pieles inglés Thomas Livermore Page) por su boda con Jorge Loring en 1850, un obsequio de nada menos que 65 hectáreas. Sin embargo, hoy día ya se sabe que no fue así, como han demostrado varios autores», indica el volumen, escrito por Francisco García Gómez y coordinado por Blanca Lasso. Con este descubrimiento se acabó con uno de los principales mitos de La Concepción. Y ahora, estudios realizados por las biólogas Trini Sánchez, Belén Verdú, Amelia Denis y Blanca Lasso, así como por la jardinera Mari Carmen Martínez, incesante buceadora de la historia de la finca, han concluido que La Concepción, tal y como la conocemos, fue adquirida poco a poco por la pareja, añadiéndole nuevos terrenos.
Primero, compraron buena parte de la finca, entre los años 1856 y 1857. Y, más tarde, le añadieron la hacienda de los mininos. Siempre se hace referencia a La Concepción como hacienda, lo que pone de relieve su carácter de finca agrícola.
La zona del jardín histórico que hoy conocemos se realizó, en su mayoría, con plantas traídas de jardines, palacios y fincas europeas, que los Loring-Heredia conocieron durante su viaje de luna de miel que duró seis meses por el Viejo Continente y también gracias a la influencia y contactos del jardinero francés Jacint Chamousset, que la pareja contrató y que, seguramente, diseñó el jardín. Como escribe Lasso en el ejemplar 'Personajes ilustres de Málaga', los documentos de Rodríguez de Berlanga hablan de que la pareja vislumbró la idea de realizar un jardín paradisiaco en Málaga cuando conoció los bellos jardines franceses, italianos, ingleses y suizos, entre otros.
Documentos de la época
«Tras consultar en textos de la época en el Museo de Artes Populares Díaz de Escovar, la Diputación, el Archivo Municipal y hacer uso de la bibliografía de otros investigadores como Campos Rojas, Eva Ramos, Pedro Loring o Francisco García Gómez, hemos descubierto que muy pocas plantas llegaron en la flota de los Heredia. A excepción de alguna palmera que vino en barco desde América, la mayoría de las especies fueron traídas de Europa», subraya Blanca Lasso.
Para ello, estas investigadoras ponen sobre la mesa escritos y datos claros de cómo el mayor porcentaje de plantas originarias son asiáticas y africanas, las mismas que venían de jardines europeos. «Hemos realizado un análisis florístico de todas las especies del jardín histórico y el 72% son asiáticas, europeas, de la región mediterránea y africanas, sólo el porcentaje restante son americanas -en su mayoría palmeras-», según indican estas investigadoras. Esta nueva tesis, por tanto, echa por tierra esa maravillosa historia de que el gran industrial y sus vástagos traían las plantas desde el Nuevo Mundo cuando sus barcos volvían de llevar las manufacturas hechas en Málaga como el jabón, las pasas, almendras, cítricos y vinos. La flota de los Heredia, cuando venía de vuelta, traía fundamentalmente artículos coloniales.
Fue la pareja Loring-Heredia la que durante años fue adquiriendo, sobre todo de Europa, las plantas que irían poblando el mejor jardín subtropical del continente al aire libre. Y, seguramente el refinado gusto de su jardinero francés ayudó a esta tarea. Pero todos los historiadores se decantan porque el matrimonio, cuyo nivel cultural era considerado el más elevado de todas las parejas de la burguesía local (y nacional), como indica el historiador Francisco García, tenía muy clara la idea de cómo sería La Concepción. A su interés por la botánica se le unía su «finísima sensibilidad hacia la historia, la arqueología, la literatura, el arte, que supieron plasmar -y compendiar- a la perfección en su hacienda, y que constituyen casi un caso aparte en la sociedad malagueña del siglo XIX. La cual, todo hay que decirlo, no destacó en exceso por sus inquietudes culturales», puntualiza García.
El puente carretero
Así, aunque al parecer Amalia era la que se decantaba más por la botánica, Jorge Loring también estaba interesado en las mejoras de su finca de recreo, como cuenta Blanca Lasso. Él, que era ingeniero, fue el principal artífice del puente carretero (el mayor de la finca). El edificio principal se asemejaba mucho a uno que la pareja había visto en Florencia, según Padrón Ruiz, quien también indica que La Concepción era «una de las mejores posesiones rústicas que hay (había) en Andalucía».
La amplia colección de palmeras, cycas, bambúes, araucarias, y ficus, entre otras plantas subtropicales, unido a su riqueza de «fuentes, cascadas, puentecitos, albercas, casitas, invernaderos y estatuas, hicieron que el jardín fuera declarado histórico-artístico en 1943. Hoy día es declarado Bien de Interés Cultural (BIC)», subraya Blanca Lasso. Sólo hay que darse un pequeño paseo por el jardín originario y echar la imaginación a volar y pensar que la exuberante vegetación es la de cualquier país exótico. Eso sí, bien ordenada y dispuesta. Y sin sobresaltos por la presencia inesperada de animalitos salvajes y venenosos. Un paseo, como dirían en el siglo XIX, de lo más sosegado y sutil
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