domingo, 13 de marzo de 2011
LA GRAN ESFINGE Y SU EDAD
Generalmente se afirma que la Gran Esfinge de Giza fue tallada durante el reinado del faraón Kefrén, hacia el 2.500 aC. Sin embargo, estudios realizados por el profesor Robert Schoch han dejado entrever que esta presunción es sencillamente insostenible y que al menos, este monumento cuenta con 2.500 años más de antigüedad. Según este eminente geólogo, dicha estructura habría sido construida en diversas etapas, y su núcleo central, que inicialmente no habría tenido la forma actual, habría que datarlo entre, al menos, el 5.000 y el 7.000 aC.
El razonamiento es el siguiente: las paredes de la Esfinge muestran unos efectos claros de escorrentía(erosión caracterizada por unos perfiles ondulados) producto de fuertes lluvias, no habituales en la meseta de Giza y en la que predomina la erosión eólica, que produce formas más angulares. Según Robert Schoch, dicha escorrentía debió tener lugar en fechas muy anteriores a las establecidas por las modernas dataciones. En concreto, sería contemporánea del llamado “óptimo Holocénico”, que entre el 9.000 y el 4.000 aC. propició un incremento notable de la precipitación, hasta el extremo de permitir la ocupación humana en lo que actualmente es la zona más árida del Sahara: el macizo del Tibesti.
Esta teoría es consistente con lo que sabemos acerca de la arqueología del Norte de África. Es sabido que el lago Chad tenía, hacia el 4000 aC., una extensión enormemente superior a la actual (en torno a un millón de km. cuadrados; un tamaño dos veces superior a la superficie de la España peninsular), con una profundidad media de unos 60 m., frente a los 2 ó 3 metros actuales. Unas pinturas del Tassili, datados entre el 6000 y el 4000 aC., representan enormes rebaños de ganado doméstico pastando en la zona. Nótese asimismo la presencia en el área de una cerámica antiquísima (del 7.000 aC.), anterior a la encontrada en el llamado Creciente Fértil. En definitiva, entre el 9.000 y el 4.000 aC., en lo que actualmente es el desierto del Sahara, existían las condiciones que habrían permitido desarrollar las bases de una protocivilización que, por qué no, podría estar detrás de la primera fase de la construcción del “complejo de Giza”.
Se cree que la Esfinge fue reparada, y modelada con su aspecto actual, en algún momento de la época de las pirámides, pero en ese tiempo su cuerpo central ya estaba profundamente erosionado. Por otro lado, algunas investigaciones sísmicas realizadas “in situ” han sacado a la luz la existencia de cavidades o cámaras subterráneas. El profesor Schoch insinúa la existencia de un antiguo templo que acompañaba a la Esfinge.
Frente a estos argumentos, los geólogos “ortodoxos” han respondido con tres teorías alternativas que explicarían las singularidades geológicas a las que hace referencia Robert Schoch:
a) Una primera alude a la posibilidad de que fuertes y esporádicas precipitaciones, aun incluso en el actual régimen de lluvias de la zona, podrían explicar la erosión de la Esfinge.
b) Una segunda es que la exfoliación producto de la humedad del aire, y de la disolución de sales en las grietas de la roca, podría estar detrás de todo ello.
c) Una tercera alude a un fenómeno no demostrado experimentalmente: la acción erosionadora de las aguas subterráneas, absorbida por los poros de la roca por acción capilar.
Frente a estos razonamientos, Schoch presenta dos formidables objeciones:
1) Si cualquiera de estas teorías fuera correcta, ello no explicaría la erosión diferencial en las paredes de la Esfinge (unas paredes están más erosionadas que otras), y de la Esfinge respecto al resto de los monumentos del complejo de Giza (es el único monumento con las citadas características de erosión, lo que la convierte en un caso singular). Por poner un ejemplo, las mastabas de la meseta de Saqqara, datadas hacia el 2800 aC. (es decir, construidas anteriormente a la datación oficial del complejo de Giza), no muestran en absoluto evidencias de un desgaste similar al que presenta la Esfinge (lo que evidencia la extrema sequedad del clima de la zona).
2) Aunque cualquiera de dichas teorías fuera correcta, existe una circunstancia que la haría inaplicable: la Esfinge ha sido protegida de la acción del viento y del agua, durante 3.100 de sus supuestos 4.500 años de antigüedad, por las arenas del desierto. No en vano, durante todo este largo período la Esfinge ha estado enterrada, lo que implica que no ha pasado suficiente tiempo a la intemperie como para que pudiera recibir la acción erosionadora del agua o del viento.
Robert Schoch, a partir de la erosión diferencial entre la pared oeste, y el resto de las caras de la Esfinge, ha estimado que ésta debe tener una antigüedad de entre 7.000 y 9.000 años. Según dicho autor, este cálculo es conservador, puesto que generalmente la erosión tiene un comportamiento no lineal; así pues, la Esfinge puede ser contemporánea, si no anterior, a los primeros asentamientos de la cultura Natufiense de Palestina, considerada oficialmente el origen del Neolítico.
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