lunes, 14 de febrero de 2011
NECESIDAD DE RESUCITAR EL CARNAVAL DE MÁLAGA
Desfile de carrozas y grupos, en calle Larios
Hace treinta años, unos pocos malagueños intentamos resucitar el carnaval de Málaga. El ayuntamiento de Aparicio se negó, con lo que NO se produjo la indispensable movilización de TODA la sociedad malagueña.
El CARNAVAL DE MÁLAGA de los años 20-30 era una fiesta masiva celebrada por TODOS los estamentos de la ciudad. Tenía lugar preferentemente en la calle, de acuerdo con el significado milenario de “inversión de los papeles sociales” que tiene esta fiesta. De viernes a martes de carnaval (siempre en su fiesta-calendario, sin veleidades absurdas de fechas), las calles se llenaban a mediodía de disfraces, con un recorrido preferente entre calle de Granada, Larios y el paseo del Parque, y duraban estos desfiles -populares y espontáneos- hasta el anochecer, cuando daban comienzo los numerosísimos bailes de carnaval: Círculo Perchel, Círculo Caleta, Caleta Palace, Miramar, Círculo Mercantil y todas las peñas y sociedades recreativas.
Los concurso eran de ambientación de calles, disfraces, carrozas y grupos que escenificaban momentos históricos o literarios (Cleopatra, La corte del rey moro, etc). El ambiente festivo y profundamente imaginativo tenía lugar en la calle durante unas siete horas, en los cinco días oficiales de Carnaval (los previos al miércoles de ceniza)
Las murgas circulaban de manera muy aleatoria, cantando en cualquier lugar, en la calle, parando de vez en cuando para hacerlo. Todas sus interpretaciones, al menos desde lo de Marruecos, tenían ritmos de marchas o pasodobles. Y eran exclusivamente monovocálicas.
Los números fuertes del Carnaval de Málaga eran la batalla de flores, el gran Baile de la Prensa en el Cervantes y los concursos de disfraces que organizaban todas las peñas y sociedades recreativas, con algunos particularmente renombrados.
La “aristocracia” malagueña de los últimos años republicanos de Málaga, guardaba del carnaval recuerdos desagradables. Todavía hace treinta años sobrevivían suficientes personas de este estamento, las cuales convencieron a Aparicio de no celebrar el carnaval. Para tales personas el Carnaval de Málaga era sólo estas dos cosas: durante las batallas de flores, había quien disimulaba piedras en ramos de flores o yerbas, para tirársela a los patronos que los habían represaliado y que iban en carrozas. Con el clima irrespirable de enfrentamientos que provocó Largo Caballero a partir de 1934, había gente que aprovechaba ser irreconocible bajo las máscaras para apuñalar a enemigos. De tal modo, que los últimos carnavales malagueños fueron prohibidas las máscaras. Por lo tanto, fue ese pequeño núcleo de “aristócratas” supervivientes los que impidieron que el ayuntamiento convocase el carnaval, COMO DEBE SER. En el primer acto reivindicativo del carnaval, celebrado en el Pepeleshe en septiembre de 1979, Aparicio había prometido dedicar al Carnaval de Málaga los mismos esfuerzos y presupuestos que a la feria, promesa que incumplió.
El carnaval quedó al albedrío de unos cuantos grupos que se habían organizado, sin conexión alguna con las tradiciones malagueñas. Faltos de directrices adecuadas, inventaron un concurso plagiado del gaditano, donde han interpretados desde entonces canciones con ritmos y maneras gaditanas. Este es el único acto publicitado del carnaval.
El Carnaval de Málaga está por resucitar. Con sus disfraces multitudinarios, con sus fastos en el Cervantes, Calle Larios, Miramar y demás. Con sus escenificaciones históricas. Con sus concursos de calles engalanadas, con sus chistes. Y con sus murgas verdaderamente populares, monovocálicas y hasta un poco merdellonas. En todas partes, el carnaval tiene bastante de escatológico, lo que en Málaga se castra todos los años.
POR RAZONES ECONÓIMICAS, EL CARNAVAL DE MÁLAGA DEBERÍA SER RESUCITADO.
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