Málaga por sí sola reúne los suficientes atractivos de toda índole como para configurar por sí sola una voluminosa guía no para turistas ocasionales sino para viajeros empedernidos. Se trata entonces de conseguir el equilibrio informativo entre lo que necesita conocer el que pasa una corta estancia y el que dispone de algo más de tiempo para detenerse en el estudio de los indudables tesoros que encierran sus numerosos monumentos y edificios singulares, o incluso para pasear por el casco histórico y sentarse en una terraza a disfrutar del ambiente y la benignidad casi permanente del clima.
El casco histórico ofrece al visitante la mayor parte de los monumentos y, como refleja una de las muchas guías editadas, quizás lo más acertado para llegar a conocer esta ciudad sea dejarse llevar por el azar porque cualquier rincón ofrece algo al viajero, desde lo mas popular a lo más sublime en el arte y la historia de esta ciudad que afortunadamente ha sabido conservar en líneas generales, por eso no es difícil encontrar callejuelas de destacado aire morisco, los monumentos cristianos de los siglos inmediatamente posteriores a la incorporación de Málaga a la corona de Castilla, los decimonónicos de la arquitectura civil y otras muestras que sin ser de gran valor artístico configuran un paisaje urbano muy atractivo.
El conjunto monumental más importante de la época de la dominación musulmana es la Alcazaba y el Castillo de Gibralfaro, aunque su acceso es independiente para cada uno. La Alcazaba fue construida a principios del siglo XI (1057-1063), ocupando el extremo este del recinto amurallado que protegía la ciudad y que ha sido considerado como uno de las construcciones militares más importantes de la España en la citada época por la cantidad de obstáculos defensivos dispuestos para acceder al palacio del gobernador.
El acceso a esta fortaleza es por la calle Alcazabilla y se ascienden zig zag entre elevadas murallas y por una serie de puertas abiertas en arcos de herradura sustentados por columnas genuinamente romanas, extraídas de las ruinas del vecino teatro romano. Después de un espacio a modo de plazuela con pérgola, alberca y jardín se pasa a un tercer nivel por la Puerta de Los Arcos a los recintos del palacio nazarí y un pequeño barrio de viviendas que datan de los siglos XIII y XIV. El Museo Arqueológico Provincial está instalado en el palacio, donde se muestran interesantísimas colecciones de fragmentos de utensilios domésticos de yacimientos del paleolítico y el neolítico, una valiosa colección del arte romano a base de bustos, esculturas y piezas funerarias, las maquetas de la propia Alcazaba y de la Catedral, trozos de cerámica de los siglos XIII y XIV, además de algunas piezas del arte califal de los siglos X y XI. El origen de este museo, que data de los años 40, es la colección de piezas arqueológicas propiedad del marqués de Casa Luring, el llamado museo Loringiano del siglo XIX.
El Castillo de Gibralfaro ocupa una gran extensión de la cima del monte del mismo nombre y allí se dice que hubo un faro de origen fenicio según las crónicas musulmanas, que lo denominaban Yabal-Faruk o montaña del faro, de donde procede el nombre de Gibralfaro. Esta fortaleza fue construida en la primera mitad del siglo XV por el rey musulmán Yusuf y en 1487 fue conquistado por los Reyes Católicos, sirviendo paradójicamente de reclusión de la población y ejército de los vencidos. Con la dominación francesa y huida en 1812 fue prácticamente destruido.
El Teatro Romano, ubicado justo a los pies de la Alcazaba y que sirvió en cierto modo de cantera donde escoger algunas de las piezas arquitectónicas que utilizaron los musulmanes para levantar la Alcazaba, conserva parte del proscaenium y una galería de entrada a esta parte, los restos de lo que fue la orchestra y una buena parte de la cávea, de 31 metros de radio y 16 de alto, con trece gradas y el vomitorium.
Los jardines de Puerta Obscura están situados a los pies de Gibralfaro y deben su nombre a una puerta árabe que existió allí, como también albergó una villa romana de la que excavaciones realizadas a principios de este siglo salieron algunas piezas muy importantes, como un mosaico.
El Palacio de la Aduana, sede del Gobierno Civil, está ubicado muy cerca de los anteriores monumentos y otros de carácter religioso y civil, y fue construido a finales del siglo XVIII derribando previamente el primer cinturón amurallado que guardaba el que fue núcleo urbano musulmán. Después de estar paralizadas sus obras por diversas causas, entre ellas el saqueo por parte de los franceses, se reanudó su construcción en 1826 y se terminó tres años más tarde. Este palacio nunca fue aduana sino fábrica de tabaco y más tarde oficina de la Hacienda pública. De frío estilo neoclásico, sólo destaca su patio interior y sus recias escaleras con balaustrada de mármol. No está abierto a la visita turística.
En esta misma área urbana están también los jardines de Puerta Obscura, justo debajo de Gibralfaro, a una de cuyas antiguas puertas debe su nombre y lugar donde se encontraron piezas arqueológicas de origen romano, entre las que destaca un mosaico que hoy figura en la colección del Museo Arqueológico. La Farola del puerto, edificio singular por su estructura que está situado en el morro de levante y que fue construida en el siglo pasado. La Plaza de Toros de la Malagueta, obra neomudéjar levantada en 1875. El actual Palacio de Justicia o antiguo hotel Miramar, que data de los años 1921y el edificio de la Casa Consistorial, la Casona del Parque. como se le conoce popularmente, obra del arquitecto Guerrero Strachan de estilo neobarroco que data de principios de este siglo, como lo es también el Miramar, cuyo autor es el mismo proyectista.
La Catedral, en pleno casco histórico y muy próxima a los anteriores edificios singulares, es sin duda el gran monumento de la ciudad de Málaga por su grandiosidad estilística --aquí se conjugan los estilos gótico, renacimiento, barroco, gótico isabelino, neoclásico, etc.--,fruto de los 254 años que tardó en construirse, y por su impresionante monumentalidad arquitectónica.
El gran edificio religioso se erigió al poco tiempo de terminar la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos --1487-- en el solar de la que fue mezquita mayor de Málaga. Las obras comenzaron en 1528, el mismo año en que comenzaron las de la Catedral de Granada, y se da por muy probable que el autor fuera Diego de Siloé, quien junto a Enrique Egas también intervino en ambas grandes catedrales e inspirándose en la de Toledo, es decir, respetando la planta gótica, pero considerando indispensable el empleo de la columna clásica, partiendo su altura en dos partes con un capitel como división de ambas, con lo que se consigue una mayor espectacularidad arquitectónica.
A estos dos primeros maestros les siguieron otros muchos renacentistas, como Andrés de Vandelvira, a quien se debe la Catedral de Jaén, y posteriormente, a finales del siglo XVI y principios del XVII, los maestros de las catedrales de Sevilla y Granada, respectivamente. En 1735 se terminó el primer cuerpo de las torres y fachada principal, y dos décadas después se incorporó al proyecto Antonio Ramos, hasta que pasada la mitad del siglo XVIII se sometieron las obras a la supervisión de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, con el profesor de arquitectura Ventura Rodríguez, que es el primer español que se adhiere al neoclasicismo. Las obras concluyeron en 172B, después de más de dos siglos y medio, pero nunca se terminó la torre del lado sur, de ahí el sobrenombre que lleva de "Manquita", atribuyéndose tal hecho a que los fondos se destinaron a causas liberales y en apoyo a la guerra de la Independencia de lo que luego sería Estados Unidos.
El interior del templo mayor de la ciudad encierra verdaderos tesoros artísticos, obra de los grandes escultores y pintores de la época. En un recorrido por ambas naves laterales, comenzando por la del Evangelio, destacan las capillas del Cristo de la Buena Muerte, con tres tallas de Pedro de Nena y un órgano del siglo XVIII; la de Ntra. Sra. de las Angustias, y un poco más al interior está la de San Julián, desde la que se accede a la sacristía, que contiene una buena colección de pintura barroca. El presbiterio o altar mayor, en la cabecera de la nave central, es de finales del siglo XVI, con frescos de Arbassia y una serie de esculturas de santos, de autores anónimos, que datan de 1580. Los púlpitos son del siglo XVII y el tabernáculo procede de mediados del siglo XIX, obra de Francisco Enríquez Ferrer.
Continuando con el recorrido, se encuentra la capilla del Santo Cristo del Amparo, con cuadros de Juan Niño de Guevara y una pintura de Santa Agueda de Luca Cambiasso. La capilla de la Encarnación presenta un retablo neoclásico (1785), de Juan de Villanueva y tallado por Antonio Ramos y Aldehuela, mientras que la de Santa Bárbara tiene un retablo gótico espectacular que es de lo mejor que hay en el templo.
'En la nave de la Epístola, la primera capilla corresponde a Ntra. Sra. de los Reyes, con esculturas policromadas que representan a los Reyes Católicos y son obra de Pedro de Mena. A continuación está la capilla de la Purísima, en cuyo retablo barroco hay un lienzo atribuido al artista madrileño Claudio Coello, y en la del Rosario hay un óleo de Alonso Cano: las dos últimas capillas de la nave de la Epístola son la del Sagrado Corazón, con un retablo del siglo XVI, y la llamada Nueva, en la que destaca una Dolorosa del granadino Pedro de Mena, un Cristo y un cuadro de la Inmaculada atribuido a Niño de Guevera.
Otro elemento arquitectónico destacable en la Catedral es el coro, auténtica obra maestra en la talla de madera que data del siglo XVII de varios autores, entre los que hay que citar una vez más a Pedro de Mena y a su maestro Alonso Cano, también granadino y uno de los artistas polifacéticos de mas talla en su tiempo, a quien se le atribuye una escultura de San Lucas en este mismo lugar.
Junto a la Catedral y en el marco de un patio de naranjos y jardines que rememoran la época musulmana como remanso para la meditación, está la Parroquia del Sagrario, obra que comenzó a construirse en 1488 pero que sólo conserva de su proyecto inicial la puerta tardogótica del siglo XVI, de la que hay que resaltar la parte superior, toda ella labrada en piedra, un friso en el que aparecen esculturas del cardenal Pedro de Mendoza y fray Hernando de Talavera, confesor de la reina Isabel la Católica, ofreciendo a la Virgen la mezquita ya consagrada después de que fuese adaptada al culto cristiano. Esta obra fue la primera que construyeron los cristianos después de conquistar la ciudad. En el interior de esta iglesia llama la atención el magnífico retablo del altar mayor, rematado por un calvario que está considerado como una de las mejores muestras de la escultura manierista.
Muy cerca del Sagrario está el Palacio Episcopal, uno de las mejores ejemplos de la arquitectura civil de la ciudad. Consta en realidad de dos palacios, el primero del siglo XVI y el segundo, que ha sido residencia del obispo de la diócesis, está fechado en el siglo XVIII, con un estilo barroco que conjuga con la Catedral que la tiene al lado. Su interior alberga el interesante Museo de Arte Sacro, que cuenta con una buena colección de pintura y orfebrería, además de dos pequeños patios ajardinados con profusión de plantas. Lo más sobresaliente de la fachada principal es el cuerpo central dividido en tres cuerpos adintelados, el primero es la puerta de acceso; el segundo es una balconada, y el tercero tiene una hornacina con una escultura de la Virgen de las Angustias o la Piedad, obra de Fernando Ortiz realizada en alabastro.
Justo por esta portada se entra a la parte del palacio que ha sido reformada y restaurada por la Junta de Andalucía para albergar muestras artísticas a modo de sala para grandes exposiciones, como las dos que ha habido sobre la obra de Picasso.
Muy próximo al conjunto de los tres últimos monumentos reseñados se encuentra el Palacio de Buenavista, en la calle de San Agustín, obra del siglo XVI construido sobre el solar de una antigua casa noble musulmana que alberga el Museo de Bellas Artes. La portada es de estilo plateresco y un magnífico torreón de huella mudéjar que contrasta con la traza general renacentista. El patio interior de columnas procede de una reciente restauración y otro más adentro, ajardinado y de inspiración mudéjar, contiene dos mosaicos de la época romana, uno procedente de la localidad de Cártama y representa el nacimiento de Venus, y otro aparecido en Benalmádena, de dibujos geométricos. Este museo, el más dotado de la ciudad, cuenta con una veintena de salas repletas de pinturas y esculturas de diversos artistas de gran relieve, como Murillo, Zurbarán, Morales "El Divino", Alonso Cano, Ribera, Luca Giordano, y de épocas más recientes hay obras de Sorolla, Martínez Cubells, Picasso y una buena colección de pinturas de la escuela malagueña del siglo XIX, representada en este caso por Moreno Carbonero, Muñoz Degrain, Simonet, Nogales, etc.
Desde la calle de San Agustín, donde está el citado museo, se desemboca en la calle Granada y desde esta a su vez en la plaza de la Merced, probablemente la que tiene más sabor y color de Málaga en lo que se refiere al siglo XIX. Aquí se conserva restaurada la casa natal de Pablo Ruiz Picasso, convertida por la Fundación municipal Picasso en museo y biblioteca de la amplísima bibliografía que existe sobre el internacional y genial pintor. En el centro de la plaza se alza un obelisco que fue colocado en 1842 para conmemorar el fusilamiento del general Torrijos y sus compañeros liberales el 11 de diciembre de 1831 en las playas de San Andrés. Junto a la plaza, todavía en la calle Granada, se alza la iglesia parroquial de Santiago, que data del siglo XVI y se edificó cobre el solar de una antigua mezquita.
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